El Hombre post moderno

Vacío acumulado, lleno de vacío, abarrotado de nada, todo por decir,  todo por escribir.

Hoy se tuerce mi alma hasta rasgarse mis ojos en llanto. Que gran desdicha la del hombre que bordea su propio precipicio, que llena sus cuencas con la oscuridad, que se inclina sobre el abismo y recoge presto en un cáliz de plata la viscosa niebla que todo lo oculta.

Se lamenta del pasado, gime sus desgracias.  Su pecho hogar del corazón fue en el pasado, ahora; es solo un lugar de paso, como las calles de un pueblo abandonado. Nadie quiere permanecer allí demasiado tiempo, ni él mismo puede soportarse tan desolado, tan acongojado. Pero sigue allí…Porque donde más va ir? Adónde más va a escapar? Si lleva consigo la causa de su angustia, a su verdugo más paciente; su propia sangre envenenada que lo atiborra a cada latido,  emborrachándolo, nublándole la vista, mostrándole curvas líneas, néctares que lo beben, tersas rosas que lo desangran.

Y así deambula entre lluvias, tormentas y huracanes, grita palabras que el viento barre de sus labios, trastabilla, y en paso vacilante golpea su frente el fango. Acaecido al fin pretende sumergirse allí, aplastando su rostro y arañando una masa informe que lo escupe a cada brazada. La lluvia no cesa de enjugar la tierra y aguijonear su espalda, entonces un grito ahogado burbujea de cólera en el lodazal – ¡Macabra vida que juegas conmigo y no me permites el fundirme con la serena tierra! Y levantando el rostro descubre una mueca maldita como el sello de su suerte, el molde derrotado de su alma.

Que desgracia más amarga tener el corazón entre el mar y el fuego.

Hay una continua lucha de elementos, hay lodo sin raíces, llamas sin leños, olas sin viento. No hay reposo posible, ni siquiera una dulce y esperada cuarentena que lo ayude a extinguirse solo con sus heridas, olvidado y dolorido al fin pero en paz. Es entendible entonces que no quiera permanecer ni un solo segundo de su vida consigo mismo, que huya con terror hacia regiones lejanas, que trate de olvidar, aunque nunca lo logre,  revolucionado por huracanes, atemorizado por los truenos, iluminado de relámpagos, abrasado por las llamas y  ahogado por las olas.

Y el corazón entre el mar y el fuego.